Presentamos un resumen de un artículo sobre el papel de la educación familiar
Por José Antonio del Barrio,
psicólogo y profesor de Pedagogía Terapéutica
La dinámica afectivo-familiar es determinante en el desarrollo tanto físico como psíquico y social del niño; ninguno madura adecuadamente si no tiene a su alrededor adultos que le quieran, estimulen y guíen.
El niño depende completamente de su entorno, le rodean cosas que no entiende del todo y carece de la suficiente fluidez verbal para decirnos lo que siente o lo que quiere.
Es muy importante que los adultos aprendamos a escuchar y a contestar de un modo adecuado. Esta dinámica se establece a diario de un modo natural dentro de la familia.
Lo que de verdad importa son los sentimientos de estabilidad, seguridad y afecto que este ambiente (el familiar) le proporciona y que le es indispensable para crecer de forma armónica. A diario tiene que haber un lugar y, sobre todo, un tiempo para estar con él. Tiene que notar que lo que es importante para él, también lo es para nosotros. Así el niño no se siente solo, se siente querido.
Debemos recordar que, durante la infancia, los sentimientos dominan gran parte de la vida y los razonamientos. Cuando obedece es para que su madre esté contenta y le muestre afecto. Cuando vemos que el niño “se porta mal” conviene analizar la situación. Una muestra de afecto hace que el niño vuelva a quedarse sereno y tranquilo.
El afecto es lo fundamental para todos. Un niño feliz es un niño seguro. El niño necesita sentirse seguro para crecer, y es en la familia donde mejor podemos aportar a los pequeños esa seguridad y estabilidad necesarias para manejarse en la vida.
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Resumen del artículo publicado en marzo de 1986 en el Vol Nº 3, de la “Revista Síndrome de Down”.