Marta Bello, trabajadora de Hipercor
Así resume el jefe de Recursos Humanos de Hipercor, Roberto Mazón, la profesionalidad de una de las auxiliares de línea de cajas empleada en el supermercado santanderino, Marta Bello. Desde que llegó allí hace un año ha firmado un contrato de tresmeses y una prórroga de nueve. Finalmente, el 29 de junio suscribirá un compromiso indefinido con la compañía, una deseada, inesperada -por la difícil situación económica existente a nivel mundial- y grata noticia que recibió minutos más tarde de terminar la entrevista que da lugar a este reportaje.
“Es una mujer extrovertida y muy responsable que se ha integrado muy bien en el grupo. Nunca ha habido ninguna queja sobre su trabajo”, expone Mazón. Su postura la comparte Esteban Reinares, uno de los jefes directos de Marta. “Estamos contentos con ella. Hace su trabajo en una medida muy marcada y de forma metódica”.
Su actividad diaria se centra en recoger las cestas, las perchas y la mercancía de las cajas, repartir las sacas y precintar las bolsas que la gente lleva consigo cuando entra al supermercado. Pero, en ocasiones, su rutina se ve marcada por una acumulación repentina de gente dentro del local, lo que obliga a todos los empleados a atender las necesidades del momento. En este sentido “Marta es muy flexible, no le supone ningún esfuerzo”, afirma Natalia Ballesteros, su preparadora laboral, quien también destaca su responsabilidad y rápida integración. “En tres semanas ya se quedó sola. Normalmente el apoyo continuo dura entre dos y cuatro meses. Se ha adaptado muy bien”. Esta percepción es compartida por su familia, que la nota más abierta y ocupada. Ésta era una de las principales preocupaciones de Bello. Ella quería “tener que hacer” y ahora “es más comunicativa porque tiene que contar. El hecho de tener un trabajo le ha reforzado muchísimo”, continúa Natalia.
Marta tiene 30 años y un amplio recorrido profesional que comenzó con unas prácticas en el Instituto de Marina Civil. Más tarde se incorporó a la Facultad de Caminos de la Universidad de Cantabria como ayudante de conserjería. Allí ensobraba, mandaba faxes y llevaba el correo a los diferentes departamentos. La relación con sus compañeros era buena, pero ella necesitaba un trabajo que le dejase menos tiempo libre. Así que, cuando tuvo oportunidad, abandonó el puesto en el que llevaba seis años y con el que tenía contrato indefinido para incorporarse al que ocupa actualmente.
Su actividad diaria varía en función del turno que tenga, de mañana o de tarde. Lo que no modifica es la manera de llegar a su trabajo. Siempre coge la línea 12 en el Ayuntamiento de Santander para llegar hasta la parada del Corte Inglés. Cuando sale, o bien “descansa”, o bien dos días a la semana acude a la Fundación Síndrome de Down de Cantabria para realizar talleres o acudir a clases de formación. Sus aficiones giran en torno a la lectura -le encantan los libros del Barco de Vapor y Los cinco-, las salidas de los sábados con el Club de Ocio de la Fundación y los domingos con sus amigas. Pero, en su caso, el empleo es el gran motivador: “Soy feliz, no sé qué tiene este trabajo pero me gusta”.