Por la familia Hoz
Somos una familia en la que un día tuvimos la “gran suerte” (según bastante gente) de ser bendecidos con la presencia de Alberto, un chico que está a punto de entrar en esa etapa por la que todos los chicos suspiran: los 18 años. Creen que ya pueden hacer y deshacer todo lo relacionado con su vida a su antojo.
Alberto en esto no es diferente de la gran mayoría de “chicos normales”, él también espera poder ser independiente y dirigir su vida sin que nadie le controle, cosa que no va a suceder… ¡buenos somos nosotros! Padres superprotectores que sólo nos percatamos de ello cuando recapacitamos sobre nuestras actuaciones respecto a él o cuando como la voz de nuestra conciencia, su hermana, nos lo hace ver.
A lo largo de estos años hemos tenido días muy negros que se han visto recompensados al conseguir grandes logros como una salud estable o la natación. Le gusta el ordenador, la Play, ir a la piscina, los juegos de mesa, leer, escuchar música y la cocina.
Alberto es un chico jovial, sensible, simpático, cariñoso, algo trasto, protestón…, en resumen, una sorpresa constante pues no sabes cómo va a reaccionar en cada momento. A lo largo de estos años hemos tenido muchas anécdotas, casi todas, vistas ya en la distancia, han sido hasta divertidas. Una de las últimas sucedió hace pocos días estando en un centro comercial; tuvo que ir al servicio y le dijimos que le esperábamos dentro de una tienda de ropa. Pues bien, cuál fue nuestra sorpresa cuando oímos por el altavoz que “los familiares de Alberto Hoz se aproximasen a caja” y allí nos lo encontramos. Como no nos había visto, pensó que era más cómodo que nos llamasen que buscarnos.
Si hay algo que define a Alberto es que es un protestón por naturaleza. Aprendió a decir que no antes que decir sí. Cuando le preguntabas que si quería algo que de verdad le gustaba, siempre decía ¡no! Pero alargaba la mano o abría la boca si se trataba de comida.
Lo que peor llevamos, aunque reconocemos que es un gran paso por su parte (sólo cuando lo meditamos), es el constante aporreo de preguntas, algunas que conllevan una respuesta abstracta que es muy complicada de hacerle entender y terminan en discusión, que finalmente, hay que cortar con el típico ¡porque lo digo yo y se acabó!
Alberto es arrollador, nunca ha sido tímido y por donde pasa deja huella. Compromete a la gente para entablar conversación, llegando al punto de que nos conocen en todas partes por la familia de Alberto. Lo tenemos tan asumido que ya cuando llamamos para pedir una cita o dar un aviso sobre él, la mayoría de las veces no nos identificamos con nuestro nombre, sino con: Soy el padre, la madre o la hermana de Alberto.
Ha sido y es una persona feliz, casi nunca llora y si lo hace es por solidaridad, así que nosotros también somos felices porque vemos día a día que nuestros esfuerzos van dando sus frutos y la mayor recompensa es su felicidad. Solo nos queda una pequeña espina clavada en el corazón y es que quizás nos hemos volcado demasiado en él dejando a su hermana Sara un poco de lado. Seguiremos trabajando y quemando las continuas etapas que seguirán llegando, pero intentando disfrutar por igual de nuestros dos hijos.