Por Alejandro Aguilera
Cuando me pidieron que escribiera sobre mi relación con mi hermana, me vinieron a la cabeza innumerables recuerdos que me hicieron esbozar una sonrisa y pensar en todos esos buenos momentos que hemos compartido.
María y yo estudiamos en el Colegio Sagrados Corazones y debido a la escasa diferencia de edad (3 años) podría afirmar que siempre he sido consciente de las innumerables dificultades a las que se ha tenido que enfrentar, desde tener que esforzarse más que el resto por aprender conocimientos, hasta tener que soportar las burlas de otros estudiantes que realmente no la conocían porque no iban con ella a clase y se dejaban llevar por los estereotipos. Recuerdo que muchas veces sentía la impotencia de no poder decirles a todos lo mucho que valía y lo noble que era, aunque tengo que reconocer que todavía me vienen muchos ex compañeros de María a decirme lo simpática y cariñosa que era mi hermana con ellos. A menudo bajaba con ella en el autobús del colegio y me iba contando todo lo que la había sucedido ese día en clase, sin omitir ningún detalle porque la verdad es que tiene mucha facilidad para recordar las cosas y percibía cómo ella era feliz por sentirse una más de la clase.
Los fines de semana solíamos pasarlos en Solares con mi abuela, me encantaba jugar con mi hermana ya fuera al fútbol, al baloncesto y solíamos pasar todo el día juntos. Era en esos momentos de juegos, bromas y por qué no decirlo de peleas, cuando más me daba cuenta de lo mucho que tenía en común con mi hermana y lo unido que estaba a ella.
Con el paso del tiempo, he podido ver cómo mi hermana iba madurando, aceptando nuevas responsabilidades, y he de reconocer que nunca la he visto intentar rehuir de sus obligaciones (trabajo, tareas domésticas, estudios, etc.), lo cual me ha servido de ejemplo para darme cuenta de su esfuerzo desmedido y su espíritu de superación. Actualmente, María trabaja en la sección de moda joven de El Corte Inglés.
Todos los días tiene que coger dos autobuses para acudir a su centro de trabajo y por las tardes acude a diversas actividades, lo cual le supone pasar todo el día fuera de casa. Sin embargo, siempre tiene una sonrisa en la cara, le encanta contar todo lo que le ha pasado ese día, ya sea en el trabajo o con sus amigos de la Fundación. En mi opinión, la existencia de sentimientos encontrados es típica de toda relación entre hermanos. En mi caso, si tenemos en cuenta la discapacidad de María, estos sentimientos parecen intensificarse.
Por esa razón creo que el poder reconocer estas emociones y sentimientos por parte de los hermanos de la persona con discapacidad y poder comunicarlos, compartirlos en el seno de la familia, siempre es beneficioso para la misma.