Por Carmelo Barquín
Parece que fue ayer cuando me dirigía con mamá, como cada tarde y después de llegar del colegio, a la Fundación Síndrome de Down de Cantabria donde con pocos meses ibas a realizar actividades. Uno de esos días mamá, mientras hablábamos de qué tal me había ido en el colegio, me miró y me dijo: “¿Sabes que tu hermano tiene síndrome de Down, verdad? No es como los demás niños, necesita un poco más de ayuda”. Yo me quedé callado y la miré, no entendía nada. ¿Sindrome de Down? ¿Más ayuda? Yo te veía perfectamente, no te asociaba con ninguna de esos conceptos, ni tan siquiera que a ese sitio donde acudías cada tarde era un lugar especial con gente especial. Desde ese día, y con el paso del tiempo, empecé a darme cuenta de las desvergonzadas miradas de la gente, de tus rasgos (los cuales coincidían con los de todos esos niños del “lugar especial”), del diferente ritmo de aprendizaje que podías llevar hasta incluso del porqué aquel 7 de diciembre de 1992 nuestra abuela lloraba de una manera diferente. Hoy, Manuel, tienes 19 años y sí, tienes síndrome de Down, pero la única gran diferencia que aprecio respecto a los demás es lo gran afortunado que soy de tener a un hermano con este distintivo. Son muchos los motivos por los que debo darte las gracias Manu, eres el culpable de sacarme siempre una sonrisa, de ayudarme en algunos momentos difíciles que nos ha tocado vivir, de ver la vida de otra manera, de ser mejor persona, innumerables aspectos que hacen que seas lo más importante de mi vida. Sólo espero que durante estos últimos años te haya ayudado a superar lo máximo posible la marcha de papá, tal y como se lo prometí, y que sigas transmitiendo esa felicidad que te caracteriza. GRACIAS!!
Tu hermano, Carmelo.