Leticia Pérez
Sentirse perdido y confuso es propio de la adolescencia. Es un periodo de la vida en el que frecuentemente no encontramos nuestro sitio. Son los lugares y las personas los que nos dan las coordenadas para sentirnos felices, alegres y vivos. Y en el caso de Leticia Pérez, la Fundación es uno de esos lugares. Es feliz cuando está con Raúl, Paula, Adrián, Julia, Alberto, Miguel o Beatriz. Son algunos de los mejores amigos que tiene en el Centro Ocupacional, al que asiste desde que era pequeña. Risueña, alegre, decidida y positiva. Así es esta joven de 15 años, una acérrima seguidora del Real Madrid a quien le gusta jugar al fútbol, leer y estudiar. Su sonrisa se hace grande cuando habla de sus padres y de sus dos hermanas. Ellos también señalan a Leticia la posición de la felicidad.
El historiador y escritor británico Thomas Carlyle decía que siempre hay un lugar en las cumbres para el hombre valiente y esforzado. Tenía que estar pensando en personas como Leticia al hacer tal afirmación, porque es todo un ejemplo de tenacidad, dedicación y vitalidad. “Es muy decidida, tiene una gran capacidad de superación y es muy echada para delante. De pequeña era tímida y ahora cae bien a todo el mundo. Es muy capaz, tiene un futuro por delante genial”, comenta la psicopedagoga Gunilde Schelstraete. Y es que a esta simpática adolescente le ha costado un poco “encontrar su sitio” dentro de la Fundación. “Ella notaba la diferencia que había con los otros chicos y chicas, no le gustaba venir, y ahora sí, ahora está feliz aquí. Está muy valorada por su familia, pero no sobreprotegida, y eso es importante”.
Leticia es una buena estudiante que está perfectamente adaptada en el ambiente escolar del colegio Altamira, donde cuenta con amigas como Sofía, Carmen, Lucía o Sara. Estudia 3º de la ESO, obtiene buenas notas, y su responsabilidad va más allá de sus asignaturas y de sus exámenes. “No tiene clase por las tardes, pero siempre quiere ir. Algunas tardes colabora con Marta, una de las profesoras de Primero de Infantil, y ayuda a los pequeños a pintar y colorear, a recoger la clase o a darles de merendar. No le gusta estar en casa y aburrirse”, cuenta Gunilde. También le gusta estar con Chus, uno de sus profesores favoritos. “Ella le lee en voz alta y él se queda dormido… aunque solo a veces”, apunta Gunilde entre risas.
Vive en La Penilla de Cayón y le gusta más que la vida de la capital. “Estoy más tranquila allí, mucho más que en la ciudad”, explica. Le gusta estar en contacto con la naturaleza y salir a andar en bicicleta con su madre los fines de semana por el carril bici de Sarón. “El verano pasado se fue de excursión a Huelva con el colegio y allí hicieron una ruta verde de 150 kilómetros en bicicleta”. Le encanta viajar y visitar a su familia de Aranjuez, que su madre sea “fenomenal”, y no le gusta nada ver a su padre fumar. Habla con mucho cariño de Lucía y Paula, sus hermanas pequeñas. “Me gustaría ser más alta, ser chef de mayor y trabajar en un restaurante, o trabajar limpiando coches”, dice sonriendo. “¿Algún deseo más?”, le pregunto. “Ver un partido del Real Madrid”. En agosto es su cumpleaños y le gustan las tartas. “Las tartas con la imagen de Cristiano Ronaldo”, bromea. Todo un aviso a navegantes. Qué astuta.