Dicen que no siempre puedes controlar lo que sucede en el exterior, pero siempre puedes controlar lo que sucede en el interior. Y para conseguirlo, nada mejor que la práctica del yoga. Unos 32 chicos y chicas del Centro Ocupacional de Santander han podido comprobar en sus cuerpos y en sus mentes los beneficios de esta práctica milenaria. Durante seis meses, todos los viernes por la mañana, y divididos en 4 clases de unas 8 personas, practicaban ejercicios de respiración, asanas (posturas) y técnicas de relajación.
“No había trabajado antes con personas con discapacidad, así que he tenido que conocer un poco las capacidades que tienen y también las dificultades que podían aparecer. Y la experiencia ha sido sorprendente pues todos los viernes, a pesar de enlazar cuatro clases seguidas, al terminar me sentía feliz y contenta”, explica Mercedes Sáenz de Jubera, la profesora.
Lo que empezó como un prueba ha resultado ser un taller muy positivo, todos han quedado muy contentos, y seguramente continuará el curso que viene. “He tenido dificultad, especialmente, con la derecha y la izquierda y con la coordinación, algo que yo daba por supuesto y que en algunos momentos a ellos les suponía dificultad. Controlar la respiración en algunos casos también era complicado, pero cuando lo conseguían veías cómo les cambiaba la cara. Reconozco que su flexibilidad me sorprendió desde el principio, así que muchas de las posturas que pueden parecer exigentes, para ellos no suponen ningún problema”.
Los “yoguis” saben muy bien que el yoga nos ayuda a ser conscientes de nuestro cuerpo, de nuestras emociones y de nuestra mente, y también nos ayuda a sentir con naturalidad nuestra parte espiritual. “Al contactar con ella sentimos paz, una paz y una alegría que surgen desde dentro de nosotros, eso es lo más importante. Y también nos sentimos mejor, más flexibles y calmados. Los chicos quizás no sabían expresar lo que sentían, pero muchos me decían ‘quiero más, gracias, el viernes que viene más’… y para mí era claramente significativo de que ellos en la clase estaban realmente a gusto, no tanto conmigo, sino con ellos mismos”.
Mercedes reconoce que, en general, los alumnos le hacen darse cuenta de sus propias dificultades y de sus capacidades, y admite que los chicos de la Fundación le han hecho ser más consciente de todo esto porque “son totalmente espontáneos al decir lo que sienten”. El yoga aporta paz y serenidad y ella siempre ha querido transmitir calma a sus alumnos del Centro. “Lo importante es hacerse entender, hablar de manera que te entiendan, observar y comprenderles, ponerte en su lugar y aceptarles tal y como son. He recibido mucho cariño por parte de ellos y también por parte de todo el personal de la Fundación. Así que les doy las gracias a todos, chicos y profesores”.