Presentamos un resumen de un artículo sobre el papel de la educación familiar
Por Ángel Rueda, vocal de la Fundación Síndrome de Down
¿Quién no ha tenido una piedra de silex en sus manos? Aparte de su bello tono, agradable tacto y especial dureza, no parece a primera vista que tenga otras características; pero si le acercamos una mecha y frotamos o golpeamos con un objeto duro, veremos cómo salta la chispa… Quiero decir con esto que es preciso buscar el medio de hacer saltar la chispa de la comprensión de su cabecita de mirada cariñosa y encontrar también la mecha que transmita esa chispa y la convierta en fuego para hacer que su capacidad de aprender -¡qué sí la tienen!- aflore. Hemos de convencernos que la enseñanza de nuestros hijos con Síndrome de Down está, en gran medida, en nuestras manos; de que esa enseñanza nunca podrá ser hecha por un magnetofón sino que es un acto de la persona entera, de todo nuestro ser. Para mí, la enseñanza ideal no consiste en que aprendan muchas cosas, no es mi magisterio lo importante; yo al mismo tiempo que enseño, procuro aprender, quiero llegar a comprenderles, a entenderles, sentir qué tengo con ellos y que domino un diálogo comprensivo. No se trata de enseñarles lo que otras personas nos enseñaron a nosotros, sino de llegar a conseguir que tengan conciencia de que pueden llegar a obtener ellos mismos sus propias soluciones. Escondámolesles cosas que les gusten y que tengan que trabajar para encontrarlas. Desarrollemos en ellos el sentido de la competencia, de la lucha por conseguir algo; tratemos de hacerles competidores y, al mismo tiempo, amigos.
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Resumen del artículo publicado en junio de 1986, en el Vol. 3 (p. 12) de la Revista Síndrome de Down.