Por Rubén Sáinz
El día a día con mi hermana ha pasado por varias etapas según me he ido haciendo mayor. Al principio, cuando era pequeño, no me daba cuenta de cómo era, simplemente la veía diferente. Cuando me hice un poco más mayor me fui dando cuenta. A la vez preguntaba, leía y empecé a comprender lo que pasaba. Fue aquí cuando el amor y el cariño hacia ella crecieron de una manera desmesurada.
Pasé de ser sujeto pasivo a activo y empecé a ayudarla, a enseñarle lo que podía, aunque muchas veces la que me ha enseñado es ella.
Sé que no es como los demás, que no tiene las mismas capacidades ni las mismas posibilidades, pienso en porqué le habrá pasado a ella y cómo sería todo si no tuviera síndrome de Down pero, ante todo, no dejo de admirarla.
Hemos tenido la suerte de nacer y vivir en un barrio donde teníamos amigos de nuestra edad que nos aceptaron sin ningún problema. Tanto Cris como yo éramos uno más y, por tanto, las relaciones con personas ajenas a la familia fueron muy grandes.
Para ella esto fue muy importante, ya que en el colegio, aunque estaba con otra gente se juntaba con sus compañeros de clase y, por tanto, existía un “pequeño aislamiento”. A día de hoy sigo sorprendiéndome de lo que puede llegar a dar de sí misma: esa iniciativa para todo, las ganas de aprender cosas nuevas y un sinfín de cualidades más.
Una de las cosas quemás admiro y me impresionan de ella es que le encanta trabajar. Todos nos quejamos de tener que ir, de ver a la misma gente, de tener elmismo trabajo. Sin embargo, para ella es lomás importante del mundo, puesto que muestra que sirve para algo y que lo puede hacer estupendamente.
Como persona tiene su carácter y eso a veces provoca que discutamos, pero sé que todo es sinmaldad y con un par de achuchones queda resuelto.
Desde mi punto de vista no es fácil educar a las personas con síndrome de Down, sobre todo al principio. Pero, sin ninguna duda, es una satisfacción ver todo lo que van consiguiendo día a día con ayuda y con su esfuerzo y trabajo diario.