Por Epifanio Sánchez
Hay verdades como puños y tan indiscutibles que eximen de su análisis. Un ejemplo a destacar: “sin nietos no hay abuelos”. El de abuelo no es un título honorífico, laboral, profesional, ni se obtiene por oposición, “dedocracia”… nada de nada. De pronto aparece un pequeñín hijo de tu hijo y… pum, ¡ya eres abuelo! Adquieres facultades nuevas, como sucede en el transcurrir del día, en su ocaso, en que puedes mirar directo al sol y lo ves grande en el horizonte, y el cielo y la vida se tiñen de colores.
Así nos llegó Miguel, que de una tacada igualó un record mundial: ¡hizo dos abuelos y dos abuelas! ¿Hay quien dé más?
Antes de que abriese sus ojos al mundo Miguel anunció que era “un niño especial”, pues traía “debajo del brazo”, además de un pan, como todos, el síndrome de Down.
Las alegrías, esperanzas, los planes venturosos, entraron en una noche de desconocimiento, temores, angustias, pero… pronto amaneció y, aunque la preocupación se hizo más sensible, sus padres, con toda la fortaleza del mundo, prepararon con más amor, si ello era posible, su llegada, para envolverle con el cariño y la alegría de todos.
Miguel nos hizo abuelos y como “niño especial” tuvo dificultades para adaptarse a este mundo que parecía querer castigarle con todas las enfermedades y así probar su fortaleza y ganas de vivir entre los suyos, donde es inmensamente querido. Me parece verle, con dos añines, en una habitación de Valdecilla, en el regazo de su madre. ¿Dónde iba a estar mejor? Habiendo perdido pelo, con la cabeza caída, pues no la podía sostener… pero Dios, el cariño y la dedicación hizo que todo lo superase.
Los malos tiempos pasan y queda “el pan de cada día” en que hemos visto crecer a Miguel y ser la alegría y el cariño personificado, lleno de vida y fuerza a sus 14 años. ¿Quién se acuerda de los malos tiempos? Hoy es una alegría contemplarle forzando sus brazos para mostrar “bola”.
Miguel es un ejemplo de integración, no sólo en su familia más amplia, sino entre todos los que le conocen, respondiendo a su atención para con los demás. Ir con él por la calle es no parar de saludar. Como dice Víctor, su hermano: “como él a todos les llama amigos…”.
Su autoestima, como no podía ser de otro modo, es también destacable. “Soy tu nieto preferido”, me recuerda muchas veces, pero no para chantajear o conseguir algo. Lo considera una situación indiscutible y no soy yo quien en llevarle la contraria.
Tema recurrente en Miguel es lo que quiere ser, y ahí aparece un interminable catálogo de actividades. Si la moda son los gorilas, el busca información en Internet y su meta se convierte en ser cuidador de Cabárceno. Su disciplina en el tráfico de calle le lleva a ser policía local y poder corregir infracciones. Así podríamos seguir: bombero, cantante famoso, médico… ¡todos los días se le ocurre alguna!
Cuando le dejo en su clase de la Fundación y se vuelve, levantando el brazo en señal de despedida, sonriente y alegre, doy gracias a Dios por el premio de tener siete nietos preferidos.