por Paula Roa
Estaba predestinado que mi niña naciera con síndrome de Down, desde que decidí estudiar Educación Especial, así, de repente, sin habérmelo planteado nunca, ya que sin saber ni cómo ni por qué, dije: lo estudio porque “SIENTO” que tengo que hacerlo.
Mi embarazo fue bastante duro porque me supuso malestares físicos que me hicieron adelgazar 10 kilos al no poder retener alimento, con lo cual, Paula ya empezó a prepararse para las adversidades que le esperaban en su vida, pero aún así se desarrollo sana y fuerte. Y además, a partir del sexto mes, yo presentía y aseguraba a mi marido y a mi madre que mi niña venía con un “problema”, a lo cual ellos respondían que era una obsesión mía. Pero a los 9 meses se confirmaron mis presentimientos y nació Paula con síndrome de Down.
Y “ahora” sé que ella fue enviada a mí con un motivo, que Paula tenía que ser la niña que es hoy, con todo lo que eso conlleva: ser diferente en esta sociedad, tanto para ella como para mí.
Es una niña muy sociable, habladora, educada y no pasa desapercibida en ningún sitio, porque le gusta que la saluden y hablen con ella. No conoce la timidez, es cariñosa, muy sensible, besucona (como yo), en definitiva, una niña que se abre al mundo aunque ya va descubriendo que se le cierra en muchas ocasiones.
Y lo más importante, es feliz, y hace feliz a los que tiene a su alrededor, de los que se preocupa y cuida todos los días, pero sobre todo de mí, porque percibe que soy la que más la necesita, con lo cual hemos establecido un vínculo tan fuerte que nos complementamos perfectamente, habiendo creado una situación que hace que la persona “dependiente” sea yo. Qué ironía, ¿verdad?, pero es que la vida te sorprende con lo más inesperado, aunque a veces no lo sea tanto, porque nos fue dando “pistas” años antes de nacer Paula, con lo cual mi vida no seria MÍA sin Paula. Gracias.