Marta Carrera
La rutina diaria de Marta Carrera parece estar marcada por el ritmo de sus ídolos musicales. Además de las múltiples actividades en las que participa en el Centro Ocupacional de la Fundación, afirma asumir en su hogar un buen número de tareas domésticas: “Tiro la basura todos los días, barro, friego, hago la cama, limpio el polvo… Y a veces doy masajes a mi madre en la espalda”. Su actitud es ejemplar: “Siempre estoy dispuesta a ayudar a cualquier persona, estoy dispuesta a todo”.
Marta Carrera es una joven alegre y social que disfruta a partes iguales con la música y con sus sobrinas: Lucía y la recién nacida Martina. Los fines de semana enseña a la mayor y a la madre de ésta (Lorena) a bailar el Waka-Waka de Shakira, la Danza Kudurode Don Omar o a cantar las canciones de Fran Perea. Y es que Marta vive con intensidad los conciertos a los que acude, sean de su ídolo David Bustamante, de Andy y Lucas o de Estopa. Por aficiones que no quede. Disfruta con la serie Embrujadas, con el concurso Pasapalabra y, “de vez en cuando”, con libros de miedo, románticos y de aventuras. Pero no todo es diversión. Marta se levanta cada mañana con el despertador de su móvil para acudir a las 10 de la mañana al Centro Ocupacional, tras zamparse un sandwich de jamón y queso y un café con leche. En la Fundación se encuentra con sus amigas Cristina y Almudena y participa en los talleres de preparación laboral, escritura, lectura, prensa, formación básica, etc. “Lo que más me gusta es la Informática”, explica. “Utilizo el correo electrónico para mandar mensajes a mis primos de París y ellos me contestan dependiendo de lo ocupados que estén. También busco información; a veces veo cosas en francés e intento aprender”. Marta disfruta especialmente con el taller de cocina: “Me encanta, cocino para mí tortilla francesa, ensalada, sardinas de lata y salchichas. A mis sobrinas les preparo el postre cuando vianen a comer los fines de semana”. En conjunto, su experiencia en el Centro Ocupacional es muy gratificante: “Me gusta más que el colegio porque aquí puedo hablar con más tranquilidad y más confianza. Aquí hay buenos profesores y gente que te ayuda”. Y es que esta joven son síndrome de Down tiene claro para qué sirve la formación que recibe en la Fundación y hacia dónde quiere dirigir sus pasos: “Me gustaría que me saliera un trabajo de oficina: hacer fotocopias, coger el teléfono… Me gustaría ganar dinero para comprar una casa con piscina y perrines, porque me gustan mucho”. Su profesora, Ada, le advierte de que para comprar una casa así hay que ganar “mucho, mucho dinero”.