Pedro Bárcena, Entrenador de balonmano
–¿Puedes resumirnos tu trayectoria como deportista y entrenador?
Cuando era jugador en la categoría nacional me saqué el título de entrenador territorial. Durante muchos años fui jugador del Teka y segundo entrenador. Posteriormente me saqué en Madrid el título nacional de entrenador. Fui director técnico de la Federación de Balonmano durante más de 12 años. Luego fui director de la Escula Municipal y coordinador general de las escuelas deportivas.
–¿Cómo surgió la colaboración con la Fundación Síndrome de Down?
Veía que los chicos venían a las instalaciones de La Albericia a la actividad de atletismo y pregunté a los padres si estaban interesados en que sus hijos se entrenaran también al balonmano. Dijeron que sí, me coordiné con Ramón Torralbo para no coincidir con su entrenamiento de atletismo y empecé con un grupo de 10. ¡Ahora vienen 26! Llevamos más de diez años con la actividad.
–¿Qué tipo de destrezas les está aportando el balonmano?
Yo no había tratado nunca con personas con síndrome de Down con lo que no conocía sus carencias. Desde el principio noté que una de las más importantes es la falta de coordinación, con lo que me propuse trabajar en ello. Y en esto es en lo que más estamos ganando. Al principio no eran capaces de botar el balón, se limitaban a abrazarlo. Pues bien, terminaron la temporada botándolo correctamente. Han ido mejorando poco a poco a partir de diferentes tipos de trabajo.
–¿Hay muchas diferencias entre las personas con síndrome de Down respecto a la habilidad deportiva?
Sí que las hay. Lo que intentamos es que todos participen. Evito que ninguno se sienta aislado. Si algún chico con menos aptitudes tiene que hacer mucho, tenderá a aislarse para no incurrir en errores. Lo que hago entonces es ponerle en una posición en la que se sienta más cómodo. Además soy muy efusivo y aplaudo mucho cuando lo hacen bien, para mejorar su autoestima.
–¿Cómo es tu relación con los chicos?
Mi relación con ellos es excelente. Me muestran un cariño enorme, me cargan las pilas para toda la semana. Me siento tan reconfortado y satisfecho… Entreno a equipos de competición excelentes, que ganan títulos cada dos años, y no salgo tan reconfortado con ellos como con los chicos con síndrome de Down. Si tengo algún tropiezo con uno de ellos me quedo preocupado toda la semana hasta que vuelvo e reencontrarme con él. La verdad es que me reconfortan mucho.
–¿Les tratas de forma especial?
Pienso que hay que tratarles como al resto de los chicos porque todos cometemos errores. Si les tengo que reñir lo hago como lo haría con cualquier otro deportista, explicándoles lo que han hecho mal. Ellos me muestran su afectividad y su cariño minuto a minuto. Si con alguno hay alguna tomadura de pelo, siempre terminamos con un beso o un abrazo, son cosas que te desbordan.
–¿Hay alguno que podría llegar a participar en competiciones oficiales?
Sí que los hay. Tienen una edad en lo que eso ya es muy difícil, pero si se hubieran iniciado en este deporte con 6 ó 7 años, la progresión habría sido incluso como para competir con deportistas sin síndrome de Down, al menos a nivel territorial y de la escuela deportiva. Si a alguno lo hubiera cogido como benjamín ahora podría estar compitiendo como juvenil.
–¿Qué destacarías de las cualidades de las personas con síndrome de Down?
Yo siempre digo que el deporte es sacrificio y trabajo. Quien hace esto tiene muchas posibilidades de destacar. Con 5 ó 6 años de entrenamiento, puedes progresar en cualquier deporte siempre que te lo tomes con sacrificio y trabajo. Lo que no puedes cambiar son las condiciones antropométricas de cada uno. Pero sí que depende de ti el sacrificio y el trabajo. Y en eso da gustro este grupo, porque son muy trabajadores. A estos jugadores les haría campeones cualquier entrenador porque son como esponjas.
–¿Qué anécdota curiosa o divertida puedes contarnos de los entrenamientos?
Cada equipo suele llevar un peto de un color, rojo o azul. En un partido, uno de los chicos, con peto azul, debió ver que meter un gol en la portería del equipo contrario era demasiado complicado y decidió intentarlo en el otro lado. Así que de repente se dio la vuelta, avanzó hacia su portería y metió un gol a su propio equipo, ante la sorpresa de sus compañeros. Convencido de que lo importante era meter un gol, lo celebró con la misma alegría con la que se celebran los goles en la portería contraria. Así que tuve que subir el gol al marcador. La verdad es que siempre intento que empaten, porque los que ganan se suben demasiado y los que pierden se quedan muy cabizbajos, y creo que no es bueno. Al final, siempre los reúno a todos y cantamos alguna canción.
–¿Con qué conclusión te quedas de esta experiencia?
Me es muy grato trabajar con ellos. El pago que recibo es cariño, cariño, cariño, una afectividad muy sincera, y eso es lo que más me impacta.