Asumir una tarea ingrata a cambio de nada, reconducir un conflicto con sentido del humor o tomar una decisión controvertida con buen criterio, como si ninguna de estas acciones conllevara mérito alguno. Con esta generosidad y buena disposición actuaba habitualmente Miguel Torre. Hay personas que consiguen hacer la vida más fácil a los demás con la misma naturalidad con la que respiran. Su presencia es discreta, pero su ausencia llega a pesar como una losa.
El padre de Miguel y marido de Pepa Muruzábal nos dejó el pasado 13 de agosto. Durante los 16 años que colaboró con la Fundación Síndrome de Down de Cantabria supo poner sus conocimientos como jurista, su capacidad de trabajo, su sentido común y su afilado sentido del humor al servicio de las familias y la institución, sin recibir nada a cambio. Actuaba de forma desinteresada desde la profunda convicción personal de que eso, y no lo contrario, es lo normal. Sigue leyendo