Cuando llega el calor a Cantabria, y con él los rayos de sol y los baños en el agua helada del Cantábrico, miles de niños y adolescentes disfrutan de múltiples actividades veraniegas para aprovechar al máximo el tiempo libre propio de las vacaciones estivales. No aburrirse es una de las consignas principales y disfrutar al máximo del verano con los amigos es casi, casi una obligación. Pero también le podemos sumar a esa ecuación un elemento más: trabajar. Adolescentes como Puerto nos demuestran que es posible hacerlo todo a la vez siendo un trabajador muy especial.
El Ayuntamiento de Santoña pone en marcha durante el verano un programa de conciliación laboral y familiar en el que el ocio, el deporte, la naturaleza y las actividades lúdicas comparten protagonismo con la amistad, la diversión, el compañerismo y la educación. Son muchos los menores de entre 3 y 14 años que participan en esta iniciativa que el verano pasado contó entre sus trabajadores con una “mini monitora en prácticas” muy especial: Puerto.
Esta adolescente “afectuosa, cariñosa, sociable, amable y querida por todos” participa en este programa desde que tenía 3 años y ahora, a sus doce primaveras, ya puede decir que sabe bien lo que es ser una maestra, una monitora de niños de entre 3 y 8 años. Los chicos de su edad, durante el verano, suelen participar en actividades deportivas, como senderismo, piragüismo o bicicleta, que requieren un esfuerzo físico superior al que Puerto puede aguantar. “Puerto se cansa con facilidad, no aguanta el ritmo de los niños de su edad, y su madre nos propuso que la incluyéramos en un grupo de edades inferiores para hacer actividades lúdicas más relajadas. Y así fue como le dimos el papel de mini monitora”, explica Vanesa Meave, una de las monitoras del programa.
“Las prácticas” de Puerto consistieron en realizar tareas de apoyo y de ayuda a las maestras y técnicos responsables del programa. Pasar lista, repartir fichas, pinturas o material necesario para llevar a cabo las actividades, repartir el almuerzo, enseñar canciones a los menores o vigilar al grupo fueron algunas de las responsabilidades que tuvo que asumir. “Eran actividades simples, no podemos obviar que Puerto sigue siendo una niña y lo que quería era jugar. Para ella era un juego simbólico y se sentía satisfecha, orgullosa y contenta de que le diésemos ciertas responsabilidades y el grupo de menores la respetara e hiciera caso. Se sentía mayor, importante. Aunque no todo no ha sido de color de rosa. También había días en los que no quería hacer nada, solo jugar, y se cogía una muñeca y una sillita y pasaba del rol de maestra al de mamá”, comenta Vanesa.
Quienes conocen a Puerto aseguran que es una niña muy cariñosa y afectuosa, que se deja querer y que devuelve más de lo que se le da. En el programa todos la han visto crecer y hacerse mayor, por eso la relación con el personal fue muy buena. Sus “compañeros de trabajo” vivieron la experiencia con entusiasmo y colaboraron todos para hacerle “las prácticas” más fáciles. “No creo que la presencia de una persona con Síndrome de Down influya negativamente en el ambiente laboral, creo que es un problema del resto de las personas. Todos somos diferentes, se tenga Síndrome de Down o no, lo importante es que seamos respetuosos con los demás, seamos tolerantes y aceptemos la diversidad para que el ambiente laboral sea agradable. Puerto es una niña muy lista, cariñosa y da gusto trabajar con ella”.