Nouria Guenaneche, Voluntaria
–¿Qué experiencia previa tiene en el ámbito de la educación especial?
Mi encuentro con la educación especial fue fortuito, debido a circunstancias de la vida. No tenía experiencia previa ni preparación para ello. Llegué a España en los 80 y había muchas dificultades para homologar mis diplomas franceses y encontrar trabajo. Hice una formación en Logopedia. Más tarde, ya en Marruecos, entré en contacto con la AMSAHM, una asociación para niños con síndrome de Down. No tenían muchos medios, pero sí necesidades. Disponía de una consulta, y allí empecé a trabajar como logopeda. Pronto me di cuenta de que la técnica que se utiliza para enseñar a respirar, a articular palabras, era pesada para los niños con síndrome de Down. Había que encontrar algo divertido, atractivo, que les estimulase. Hicimos los ejercicios cantando, leyendo cuentos, y dio resultado. La madre de uno de los chicos, que tenía una gran preparación, me propuso organizar un taller de estimulación precoz con bebés. Atendíamos también a las madres que acababan de conocer el diagnóstico de sus bebés y que se sentían muy afectadas. Fue una experiencia muy positiva. Los progresos ahí eran visibles y casi de inmediato. Cuando las madres veían a bebés que llegaban atónicos y con unos pocos ejercicios y atención progresaban rápidamente, se sentían optimistas. Más que los ejercicios en sí mismo, lo importante era cogerlos, acariciarlos, hablarlos. Veíamos el progreso día a día. En los libros y en la teoría nos decían que no se podían sentar, andar a gatas, ponerse en pie y caminar, a la misma edad que los otros bebés; y demostramos que se podía hacer. Fue desigual, pero en algunos casos realmente espectacular: niños que de un día para otro se levantaban y se ponían a caminar. En esta asociación trabajé cinco años.
–¿Qué tipo de actividades ha desarrollado en la Fundación?
He pensado aplicar el PEI (Programa de Enriquecimiento Instrumental) para los alumnos de la Fundación. Yo hice esta formación en Marruecos y la utilicé por mi cuenta para jóvenes de Instituto con dificultad escolar, falta de interés, problemas de concentración. Los resultados fueron espectaculares. Por esto cuando contacté con la Fundación en Santander pensé que se podía hacer algo con este método. No el programa entero, pero sí su concepción. Es lo que hemos hecho: dos grupos mixtos, adolescentes y adultos.
–¿En qué consiste el Programa de Enriquecimiento Instrumental?
En enseñar a aprender; enseñar a pensar antes de dar una respuesta, regular el comportamiento para hacer el esfuerzo de entender bien el enunciado de la pregunta, no precipitarse a decir cualquier cosa. El PEI, tal como lo formuló Reuven Feuerstein, es una técnica pedagógica, que enseña el método de aprendizaje. No se trata de impartir materias, sino de aprender a observar, a organizarse, a definir la tarea, aprender de los errores y tener una estrategia para el éxito. Todo ello basado en la convicción de que la inteligencia es dinámica. Se puede enseñar a ser inteligente. El mediador puede enseñar a cualquiera con un nivel de inteligencia n, a alcanzar un nivel n+1. Los instrumentos que utiliza el PEI trabajan diversas áreas del conocimiento, la organización de puntos, la organización del espacio temporal, clasificación, comparación, relaciones familiares, etc.
–¿Qué resultados genera?
Los alumnos aprenden a no precipitarse. En general en el fracaso escolar, los alumnos se dan prisa por responder antes de haber comprendido la pre gunta. Aquí les enseñamos a darse un tiempo para leer el enunciado, observar antes de contestar. Y no decir cualquier cosa, sino tener una estrategia. Al mismo tiempo, no tener miedo al error. Si se comete un error, se analiza y se corrige, y se aprende mucho. Eso aumenta su autoestima y les quita el miedo a equivocarse.
–¿Cómo valora el nivel de desarrollo de los alumnos de la Fundación?
Mi objetivo no era aplicar íntegramente el programa del PEI, porque soy consciente que es complicado para ellos. Pero sí la concepción. El primer instrumento, la organización de puntos, es importante para procesar la información. Hemos pasado mucho tiempo en algunos ejercicios, como la definición y representación del cuadrado. Pero no podíamos ir más lejos porque es difícil para ellos en general la noción de la orientación espacial. En suma, he aplicado el PEI adaptándolo al nivel de los alumnos. Ahora bien, yo no conozco cuál es la trayectoria escolar de los alumnos, su experiencia anterior; entonces no puedo valorar su proceso de aprendizaje. Sus niveles son desiguales: algunos saben leer y escribir bien; otros no. Para hacer los ejercicios del PEI es imprescindible leer y escribir bien. Algunos hacen mucho esfuerzo, otros se resisten porque tienen otro tipo de problemas. Soy consciente de que es algo nuevo para ellos y le supone mucho esfuerzo.
–¿Hay algún aspecto específico que le haya sorprendido especialmente?
He visto con agrado el buen ambiente que hay entre los profesionales y los alumnos, algo muy difícil en un centro en el que se convive durante todo el día. Yo tenía la experiencia de la consulta en que vienen una hora y luego se van; aquí es todo el día, y resulta muy trabajoso.
–¿En qué ámbitos cree que deben avanzar los programas de educación especial?
Tengo poca experiencia, y no me siento en condiciones de dar consejos. Aunque sabiendo cómo les gusta y les estimula la música, el canto, el baile y las artes escénicas, sería bueno que haya más tiempo dedicado a estas actividades. Eso permite agilizar el cuerpo y estimula el aprendizaje.
–¿Qué anécdotas curiosas o divertidas ha vivido en la Fundación?
Por ejemplo, esta consigna de “pensar antes de contestar”, ha calado en los alumnos. Hasta el punto que uno de los chicos que tarda siempre mucho en responder, cuando le pregunto algo dice: “espera, espera, estoy pensando”. Los otros chicos se ríen. Otra anécdota fue cuando anuncié a los alumnos que era mi última clase, una de las chicas se levantó para abrazarme y decirme “te voy a echar de menos”; y un minuto después, saltaba de alegría diciendo: “así voy a poder ir a Informática”. No le parecía contradictorio tener pena porque me voy, y alegría porque se libera.
–¿Qué ha aprendido de las personas con síndrome de Down?
Hay tantas diferencias entre las personas con síndrome de Down, como entre los demás. No son todas iguales. Hay prejuicios de quienes dicen “todos son muy cariñosos”, o “todos son muy tercos”, no. Hay de todo. Es cierto que en general son cariñosos, que dicen las cosas como las piensan, sin recovecos ni trabas. Pero hay tantas diferencias y semejanzas entre ellos, como en el resto de la gente.
–¿Y de su experiencia laboral en la Fundación?
Me está aportando mucho para adecuar mis conocimientos al nivel de los alumnos, al nivel de la realidad. Me está ayudando a pensar y hacer el esfuerzo para que haga su aprendizaje más ameno y beneficioso. Por supuesto subrayo el buen ambiente que hay en el centro, de intercambio de ideas, de querer saber, ansia de conocimiento. Los profesionales que trabajan son jóvenes, pero tienen el afán de saber más y mejorar.