Tiene una admirable templanza y una gran lucidez, dos cualidades que no todos los jóvenes de su edad tienen y que tampoco son comunes entre la gran mayoría de nuestros políticos. Y es que Miguel Torre, a sus 21 años, sigue teniendo el mismo sueño que le confesaba a su padre cuando era pequeño: convertirse en un líder político. Reconoce que es imposible que se convierta en presidente del Gobierno pero los asuntos públicos le interesan y, especialmente, le interesa el bien común. “Que los políticos dejen de discutir, España va a ir mal. Esto es un desorden.” Este joven amable y generoso lo ve claro, como clara y ordenada es su mente, la cual piensa mucho en música, amigos, familia y trabajo.
A los 16 años dejó el instituto y tomó la decisión de asistir únicamente al Centro Ocupacional de la Fundación Síndrome de Down de Santander. “A veces me arrepiento de haberlo dejado, pero en la Fundación estoy a gusto, estoy muy contento, los profesores son muy majos y tengo muy buenos amigos”, comenta sonriente. Habla de Antonio, Gonzalo, Alberto, Pablo, Manuel, Marta y de su novia, Beatriz. Y no se olvida de Alicia y Lucía, sus amigas del instituto, y de Iván González, Eliot e Iván Casuso, sus colegas del colegio.
A Miguel le gustan los números y dice que la profesora María Millán le ha motivado siempre mucho para aprender Matemáticas. Gracias a esa pasión, a su sentido de la responsabilidad y a la tenacidad que demuestra a la hora de enfrentarse a la vida, ha conseguido unas prácticas en el BBVA durante la primavera. Archiva documentos, repone papel y realiza alguna que otra tarea informática. “Trabajar me encanta, me siento querido por mis compañeros, me siento como en casa. Me han dado hace poco una nueva tarea y es como si me hubieran ascendido”, explica entre risas.
Le van las cifras, le gusta el fútbol y la natación, pero realmente piensa en dedicarse a la música. Antonio es su profesor de guitarra y todos los lunes va a la academia para “esforzarse y tocar cada vez mejor”. Dice que es más que una afición y que le gustaría componer sus propias canciones. No solo le van las cuerdas… el flamenco le tira y es algo que le viene de familia. “A mi abuelo paterno le gustaba mucho y me contagió el arte que tenía. Me gusta muchísimo cantar. Bailo y canto encerrado en mi cuarto, me gusta también el pop, el rock y el reggae. Mi padre era un bailongo y heredé de él ese talento. Era abogado, falleció hace 5 años y le echo muchísimo de menos”.
Habla con orgullo de su padre, Miguel, y con mucha ternura de su madre, Pepa, y de sus hermanas Teresa, Ana y Camino. “Hace unos años me sacaron mis hermanas de fiesta y tengo un recuerdo muy especial de esa noche. Tengo una foto en casa y me gusta verla”.
Crecer rodeado de chicas marca, pero asegura con convicción que gracias a las cenas que su madre organiza los viernes en casa con sus amigas ha aprendido a entender mejor a las mujeres. “Me siento a cenar con ellas y he aprendido a saber cómo sienten. La mente es como una caja y en la de los hombres a veces no hay nada dentro. Las mujeres tienen de todo”.
Por algo le decía su padre cuando hablaban de los políticos: “Vas a ser más listo que ellos”.