Taller de pañuelo de seda
Desde hace un mes Lourdes Mendo acude semanalmente a la Fundación Síndrome de Down de Cantabria para compartir con los jóvenes del Centro Ocupacional su “verdadera vocación”, la pintura. Durante dos horas los 24 participantes vuelcan su creatividad sobre pañuelos de seda que Lourdes trata posteriormente para fijar el color. Ella está encantada de impartir el taller, tanto por comprobar la evolución de los chicos como por “su entusiasmo. Estoy contenta porque les gusta muchísimo y yo disfruto mirándoles. Están colaborando todo el tiempo y les veo felices”.
La primera semana que Lourdes acudió a la Fundación para comenzar el taller de pañuelos de seda los alumnos dedicaron la clase a pintar para una persona muy especial. Al terminar, la ilusión de los jóvenes quedó patente por haber confeccionado el obsequio que entregaron el Día de la Madre, y la de ellas al recibirlo… ¡todavía más!
Otros de los trabajos que han realizado desde el comienzo del curso es un pañuelo de 90×90 cms para colgarlo en la pared a modo decorativo y el que aparece en la imagen.
En estas semanas la evolución de los chicos es notable. “Al principio cogían el pincel con rigidez -explica Lourdes-. Ahora están más sueltos. El primer día me llamaban constantemente, ahora ya han cogido confianza conmig0 y con la experiencia”. De ahí que ya tengan claro qué colores utilizar, qué formas hacer, qué cantidad de pintura coger para no cometer errores… porque en la seda 100% natural los fallos, una vez cometidos, son difíciles de subsanar. Los alumnos lo saben y se aplican para dar lo mejor de sí mismos. A su profesora le llama la atención “el sentido artístico que poseen, sobre todo las chicas, y el gusto que tienen por el color”.
Los martes, cuando los jóvenes dan por terminadas sus pinturas, se dejan secar, y al día siguiente Lourdes regresa a la Fundación para fijar el color con el sistema más manual de los tres que existen. Lo plancha al revés a una temperatura suave y, a continuación, lava los pañuelos en una solución de agua con ácido. De esta manera, el color dura de por vida.
Lourdes considera que el taller aporta a los chicos la experiencia de descubrir algo que no habían trabajado, “porque siempre tienen que probar cosas nuevas para poder elegir si continuar o no en función de sus gustos”. Además, el taller les permite experimentar con las texturas, ver la suavidad de las telas o comprobar, por ejemplo, cómo productos que aparentemente no guardan ninguna relación pueden fusionarse para crear imágenes asombrosas. “Un día trabajamos con sal, y les hizo mucha gracia, porque ésta absorbe la pintura de los dibujos y hace formas”.
Pero, sin duda, Lourdes cree que la mayor beneficiada de esta aventura es ella. “Disfruto mucho de cómo me tratan, de su educación, de sus emociones y de cómo las expresan. Disfruto viendo cómo pintan. aprendo yo más que ellos. Me parece gente encantadora y estoy disfrutando muchísimo, como en mi vida. Así que cuando me dicen que me agradecen el que esté aquí contesto que la agradecida soy yo, que vengo cuando quieran. Estoy feliz con ellos”.