Por José Manuel Revuelta Lastra
Me he atrevido a escribir algunas reflexiones o comentarios sobre mi trabajo como profesor–tutor de un grupo de tercer curso de Educación Primaria (en el que uno de los alumnos tiene síndrome de Down), porque todavía existe cierto desconocimiento sobre este tema y yo soy el primero que he visto que tenía mucho que aprender. A veces hablamos de oídas o imaginamos cosas que no siempre se corresponden con la realidad y todavía existen prejuicios que no tienen ningún fundamento, aunque reconozco que se ha avanzado mucho y espero que sea mucho más. En la teoría, casi todos lo llevamos muy bien; en la práctica todavía hay que progresar bastante.
En el telediario he escuchado a un ministro del Gobierno decir: “Todos los discapacitados tienen los mismos derechos que cualquier ciudadano; por ser discapacitado no tiene por qué ver mermados sus derechos ni sufrir ningún tipo de discriminación” (está sacado de un texto más amplio). Creo que todos estamos totalmente de acuerdo, cumplirlo es más complicado y no siempre se consigue.
Casi nunca pensamos en ello ni nos damos cuenta hasta que los discapacitados somos nosotros o alguien cercano. A pesar de todas las campañas y esfuerzos que se hacen por las distintas organizaciones que por suerte existen, no tenemos conciencia clara de algo tan importante y que nos parece un poco ajeno.
Ya voy a contar algo sobre mi experiencia en clase contigo, Fran: Yo sabía desde Junio que iba a ser tutor de este curso casi seguro y los alumnos que tenía, entre ellos tú, y no se me ocurrió que necesitaba algún tipo de formación para ello, tampoco se me exigió. Después me ha parecido muy necesaria, mejor dicho imprescindible, y que no debía ser posterior al comienzo de curso sino antes del mismo, y no voluntaria sino obligatoria; enseguida veremos por qué lo digo. Llevaba trabajando treinta y tres años, luego tenía experiencia. Hace veinte años tuve también en el aula de tercero, cuarto y quinto a una alumna con síndrome de Down y tenía un buen recuerdo: me gusta la enseñanza y tenía ganas de trabajar. Te conocía poco, principalmente del patio. Repasé bien la documentación de tu expediente académico y los informes, también los de tus compañeros.
Cuando empiezan las clases ya me surge una dificultad, y es que no sabía qué tipo de material tenías que utilizar, así que debía decírselo a tu familia (que siempre ha sido muy comprensiva conmigo y me ha ayudado). Después me he dado cuenta que es complicado encontrar libros adecuados a cada alumno en las librerías, pero lo podía haber mirado antes.
Ante la falta de material habrá que buscar alguna solución porque ningún alumno asiste al Colegio para estar sin hacer nada o mirando cómo trabajan los demás, entre otras cosas porque además de no progresar, se aburre e intenta molestar. Con el consejo de algunas compañeras mías que también trabajaban contigo de apoyo y habían estado más años, fui buscando la forma de hacer algo, pero no era suficiente y fue en el Curso de la Fundación cuando realmente vi el método de lectoescritura que seguían, aparte de otros muchos temas muy importantes. Las posibilidades de adaptarlo a cualquier alumno según sus capacidades y su ritmo de aprendizaje, me pareció adecuado y ya fui trabajando a partir de él. La verdad es que hasta ese momento lo desconocía, pues la vez anterior no lo utilicé. Ahora se ve que podía haberte ayudado mucho más desde el primer día y no tardar dos meses en dar con algo que te permitiera avanzar, porque era un derecho que tenías como cualquier otro alumno. Después ha ido mucho mejor este aspecto, y también ha sido muy útil la coordinación con la Fundación al poder trabajar en el mismo sentido y reforzar los avances.
Ahora te voy a contar algo sobre tu conducta en el colegio, que al principio tampoco conseguí controlar y que también me trajo de cabeza. Por supuesto que era yo el que andaba perdido y no sabía qué hacer. Además los consejos que oía no me daban resultado, y el problema era que yo te desconocía totalmente.
Hacías realmente lo que querías en clase: arañabas al compañero, cogías estuches u otros materiales, no te sentabas ni me obedecías, ni por las buenas ni por las malas, te levantabas y abrazabas a todos los compañeros y compañeras, gritabas cuando querías, a veces cantabas, no había manera de que subieras a clase o de salir al mediodía.
Hoy tengo que decir que acabaste el curso muy bien sin hacer nada de esto y que una vez que yo supe cómo hacerlo todo fue poco a poco mejorando, con algún altibajo porque si a todos nos afecta cualquier acontecimiento social, familiar… a ti también. Se me olvidaba que la mejoría no fue solamente gracias a ti y a mí, sino a todos tus compañeros de aula que colaboraron y nos ayudaron porque te aprecian mucho, igual que tú a ellos y a los demás profesores del grupo.
Un ejemplo es que a la hora de salir no querías, y a veces tenía que venir alguna profesora para que bajaras porque yo no lo conseguía, ya que en esto nos parecemos bastante y por las malas no hay quien te obligue. Cuando nos conocimos mejor los dos ya conseguimos mejorar bastante y casi siempre bajabas voluntariamente con sólo recordarte algo que tenías que hacer, o alguien que querías ver, con cosas sencillas pero que había que conocer.
En general contigo va muy bien el tratarte con cariño, decirte frases de ánimo, también con los demás, pero contigo especialmente, incluso puede ser algo tan sencillo como “¿Quieres trabajar?”, a lo que siempre respondes: “sí, mucho, Manuel”; “ya eres mayor; qué bien lo haces; me gusta mucho”. Sabiéndote tratar trabajas mucho y con ganas y resistes bien. Era otra de las cosas que fui descubriendo.
Cuando al principio cito la frase del ministro es porque se debe entender que las personas con discapacidad necesitan unos apoyos y a veces no pueden hacer los trabajos ellas solas y menos en un aula con otros alumnos que también necesitan atención, bien por su desconocimiento del idioma o por tener otros síndromes o por incorporación tardía … Tu puedes estar en este aula perfectamente con el apoyo necesario y con los apoyos que otros necesiten y que realmente los haya. Algo que te molesta es que no se cumpla el horario, por variados motivos que no vienen al caso, pues ya te has hecho la idea de lo que te toca y te cuesta aceptar que no puede ser. En esto también creo que nos parecemos y en muchas otras cosas.
Estando en esta clase has aprendido con los profesores/as y compañeros/as. Es normal, pero los demás también han aprendido de ti y sobre todo yo, de verdad. Tus compañeros saben que no deben reforzar alguna conducta inadecuada y te tienen que ayudar a ser mayor y lo han hecho muy bien ignorándola y saben que así te ayudan y que no deben hacer por ti nada que tú puedas hacer porque te perjudicarían. Incluso yo caí al principio en ello sin darme cuenta.
En todas las leyes y planes educativos se habla de los fines de la educación, por ejemplo formar personas felices, solidarias, con conocimientos para la vida… Pero que se cumpla es más difícil. Tú nos recuerdas muchos de estos valores todos los días, mientras otros los olvidamos constantemente. No te sueles enfadar; sabiendo se te convence mejor que a otros; si ves a alguien que se cae o algo parecido siempre vas a ayudar. Como todos los demás también tienes algún fallo, tienes que aprender a esperar cuando no se te puede atender. Yo te he dicho a veces una frase que he leído: “El mundo es de todos y yo soy uno más”. No eres perfecto, eres como todos, con nuestros aciertos y errores.
Para no aburrirte más voy a acabar: te doy las gracias por tu alegría. Aunque no te lo creas me has ayudado un montón. Así como al principio por mi torpeza me hiciste alguna trastada, después me has animado a diario más que nadie. No sabes lo que es llegar por las mañanas y verte siempre contento, nunca te he visto enfadado, siempre con ganas de venir al cole y trabajar. Incluso si me has notado preocupado me has preguntado, porque cuando han pasado meses se ha notado el aumento de confianza que te hace hablar y expresarte mucho más y me doy cuenta de que sabes un montón, aunque a veces no lo digas.
Tu alegría es tan natural y tan sincera. Gracias Fran.
José Manuel es
profesor de Fran en el CEIP “Juan de la Cosa”