El Centro Ocupacional de la Fundación
Son 25 jóvenes con edades comprendidas entre los 16 y los 41 años. De lunes a viernes acuden al Centro Ocupacional de la Fundación Síndrome de Down de Cantabria para aprender nuevas tareas que enriquecen su autonomía personal. Seis profesionales se encargan de adaptar los programas que anualmente prepara el Gobierno de Cantabria para desarrollar los talleres que, según la experiencia les ha demostrado, más recursos ofrecen a los alumnos.
Cristina, José Miguel y Jaime se levantan a las 8 de la mañana. Alrededor de una hora más tarde cogen el autobús para llegar al Centro Ocupacional de la Fundación, donde se encuentran con otros compañeros para iniciar una jornada llena de actividades. La mañana se divide en dos sesiones de trabajo durante las que realizan una formación básica en diversas materias: lengua, matemáticas, autonomía personal, conocimiento del medio, educación para la salud… y, en algunos casos, cuando los profesores observan que los alumnos están preparados para optar a un futuro empleo, orientación laboral. Con el almuerzo llega la hora de la convivencia doméstica. Cada uno se sirve su ración de comida -lo que les ayuda a responsabilizarse de llevar una dieta saludable- y, una vez que terminan, se reparten las tareas que cada uno debe realizar: poner la mesa, el lavavajillas, barrer, fregar el suelo… Hay una distinta cada día.
La tarde se presenta distendida. Es el momento de los talleres de informática, baile, cocina, lectura, pintura o laborterapia. Con este último, que tiene objetivos prelaborales, llevan a cabo trabajos artesanales para mejorar la atención y la memoria. Además, dos de los talleres -el de bolas y el de manualidades- proporcionan un pequeño ingreso económico que se reparte entre los que han colaborado en las actividades. Para los profesores lo mejor del Centro Ocupacional es que proporciona una educación personalizada al dividir a los chicos en seis grupos de cuatro personas. Para los alumnos, lo más interesante son las habilidades que les concede su esfuerzo diario. Por ejemplo, Almudena, a la que no le gustaba ni tocar la comida, ha aprendido a cocinar y a degustar lo que prepara. Ramón ha aprendido a planchar y Lucía nuevos pasos de baile, su pasión. Uno de los retos comunes para este año será aprender a doblar adecuadamente la ropa.