Por Carmen Peláez
Hoy, 12 de mayo de 2008, tengo que felicitar a mi hija Rocío. Cumple 24 años. Felicidades Rocío y gracias por ser como eres. Dicho esto paso a presentarme. Me llamo Carmen y soy madre de Silvia y de Rocío, que tiene síndrome de Down. También soy la segunda de ocho hermanos, el cuarto y el octavo también con síndrome de Down. Dimas de 44 años y Plácido, ya fallecido. Además soy cuñada de Mª Ángeles, igualmente con síndrome de Down. Quienes ya me conocen saben cómo es mi vida, pero para los lectores, en pequeños rasgos, trataré de contarla.
Mi infancia la recuerdo con tristeza, no entendía por qué a mi hermano le negaban asistir a la escuela. La incomprensión vivida me marcó y me convertí en una adolescente seria y triste. Con 15 años me vine a trabajar a Santander y me informé sobre los centros o colegios para mi hermano. Conseguí que mis padres le llevaran a Palencia, al colegio de ASPNIS. Actualmente participa en los talleres de la Obra San Cebrián de Campos (Dimas, te quiero).
Con 19 años conocí a mi media naranja, nadie nos advirtió que nos esperaban años de medios limones. Cuando nos conocimos nos dimos cuenta que teníamos algo en común, hermanos con síndrome de Down. Tuvimos nuestra primera hija y a los dos años y medio, la segunda. Recuerdo el 12-5-1984 con tristeza, amargura, llanto y desesperación. Al tercer día de nacer Rocío entró en nuestras vidas la familia Flórez- Troncoso y Rocío recibió estimulación precoz. Gracias a Mª Victoria, que semana tras semana, con su varita mágica, daba un toque en mi cabeza y me fue cambiando el chip. Recuerdo, cuando Rocío era un bebé, que en una de sus clases le oí decir: “Esta niña llegará a leer y escribir”. Yo, con mis experiencias negativas, pensé: “ Esta mujer está chalada, le voy a traer a mi hermano para que sepa lo que es una persona con síndrome de Down”.
Todos los pronósticos que hizo en su día se han ido cumpliendo: Rocío anda, come, lee, escribe, plancha, friega, ríe, llora y trabaja de lunes a viernes en la librería de El Corte Inglés. Dios nos dio esta hija para convertir mi infancia triste en una alegre madurez. Sin Rocío no hubiese conocido la esencia de las personas con síndrome de Down. Me siento tan orgullosa de mis hijas que, cuando lo pienso, tengo que respirar dos veces.