Uno para todos…

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Por Inés

Leire, Saúl y Lucía llegaron a nuestras vidas el 25 de julio de 2008, dos meses y medio antes de lo esperado. Durante la estancia en el hospital, antes de poder ir a casa, tuvimos que superar dificultades asociadas a un parto múltiple y prematuro. Incluso en esos duros momentos nuestros hijos fueron dando muestras de un carácter que se ha ido haciendo más visible según han ido creciendo.

Leire, Saúl y Lucía llegaron a nuestras vidas el 25 de julio de 2008

Leire, Saúl y Lucía llegaron a nuestras vidas el 25 de julio de 2008

Cada uno tiene una personalidad propia: Leire es mimosa, extrovertida y un poco presumida; Saúl es tierno, noble y un poco travieso; y Lucía es fuerte e independiente pero atenta con todo lo que sucede a su alrededor. Estas diferencias, lejos de separarlos, hacen que se complementen y que los lazos que han establecido sean firmes y les hagan actuar, en muchos momentos, como uno sólo.

Si uno llora por capricho los demás se suman, pero cuando uno de los niños lo hace porque está malo, sus hermanos lo perciben y su comportamiento cambia: saben quién necesita más atención. La unión que tienen y lo pendientes que están unos de otros comienza desde el momento en que se levantan: lo primero que hacen es preguntar unos por otros; si uno no está, porque ha ido al médico, los demás le echan de menos, y sólo se quedan conformes cuando le ven entrar por la puerta: si les das una galleta o un trozo de fruta para merendar, enseguida reclaman lo mismo para sus hermanos.

Cuando nos comunicaron que Saúl tenía Síndrome de Down nos dijeron que sus hermanas iban a ser fundamentales en su desarrollo, y es algo que vamos comprobando en cada nueva etapa a la que nos enfrentamos. Cuando las niñas empezaron a dar sus primeros pasos, Saúl hacía grandes esfuerzos por mantenerse de pie. Se caía y sin llorar se levantaba, no dejaba de probarlo hasta que un día echó a andar. Ahora estamos aprendiendo a comer solos, y Saúl pone todo su empeño por imitar a sus hermanas; si hay que vestirse, lo intenta. Leire y Lucía son el espejo en el que se mira.

En el juego su actitud no cambia. Los tres interactúan, comparten juguetes, aunque Saúl tiene menos paciencia y a veces el juego termina antes de lo que sus hermanas querrían. Menos cuando hay música. Entonces podemos bailar toda la tarde.

Los niños han empezado este curso a ir al colegio, y aunque con algún lloro al principio por parte de Leire, se han adaptado perfectamente. Saúl y Lucía van a la misma clase y aunque cada uno de forma independiente se relacionen con sus compañeros, según la profesora, Lucía está atenta de lo que hace su hermano en todo momento.

Como padres, es maravilloso ver cómo nuestros hijos crecen unidos, ver cómo se apoyan y se protegen, esperamos que esta unión dure toda la vida. Como dice un cartel colgado en la puerta de su habitación:

UNO PARA TODOS, TODOS PARA UNO.

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