Acompañamos a Rocío durante su jornada laboral
Rocío es, desde hace tiempo, una chica trabajadora. Acude feliz cada día a la sección de Librería de El Corte Inglés, donde lleva ya casi dos años y tiene un contrato indefinido. Desde su casa hasta el centro comercial tiene que coger dos autobuses. Por eso, aunque entra a las 9.00 horas, tiene que madrugar un poco, y levantarse sobre las 7.30 horas. El viaje es pesado, pero nada de eso importa.
Su jornada comienza extrayendo las mercancías de las cajas, y doblando los cartones y los embalajes. Después, tocan el resto de las tareas: colocar los libros y clasificarlos en las distintas secciones, poner las alarmas en las pegatinas y ordenar la caja, que es como el cerebro de la tienda, por lo que es preciso comprobar que todo esté en su sitio.
Rocío comparte estos quehaceres con una docena de personas. Para sus compañeros, Rocío es una chica muy avispada, que ha cogido los pormenores del trabajo al vuelo. Mari Luz, una de las más veteranas en el departamento, y una buena amiga de Rocío, subraya que ésta “es una más” en todos los sentidos. “Cuando tiene entre manos una tarea que le gusta, lo hace con mucho ahínco, aunque, como los demás, también se ha intentado escaquear alguna vez”, señala.
A Rocío le chifla forrar libros y cubrirlos con papel de celofán y envoltorios bonitos. También le gusta ordenar la parte de literatura infantil, que es la de mayor tamaño. Pero, de lejos, lo que más le ilusiona es que le manden hacer cosas nuevas, porque muchas veces supone salir del departamento y hablar con otra gente que no es de Librería. Para ella, bajar a los muelles de carga, o dejar las cartas de compra en el mostrador de atención al cliente es todo un acontecimiento. Para Javier, su jefe, Rocío realiza un trabajo que es indispensable en la sección, y “muy valioso”, ya que resulta un desahogo para sus compañeros.
Gracias a las horas que dedica Rocío a ordenar, colocar y clasificar, el resto del personal se ve libre para encargarse de otras tareas, de caja o de atención al público. Antes de llegar a El Corte Inglés, Rocío no era muy aficionada a la lectura. Al pasar día tras día rodeada de libros es cuando ha encontrado su punto a la literatura y le ha entrado el gusanillo.
Los viernes, Rocío y su madre Carmen vuelven en tren a Aguilar de Campoo. Su hija constituye un claro ejemplo de que con esfuerzo casi todo es posible. Sus avances han sido un triunfo para todos, y han llenado de esperanza y de orgullo a su familia. Carmen, lo resume explicando que en casa tiene dos licenciadas: ‘una en Historia del Arte —su otra hija, Silvia— y una catedrática de la vida’. Rocío, sin duda, puede dar muchas lecciones.