Elisa Rojas se desenvuelve con toda naturalidad entre probetas y documentos de investigación. Desde hace cinco años trabaja en el área de Farmacología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Cantabria, un trabajo que le apasiona y donde ha hecho grandes amistades. Tras un período de prácticas en dos hoteles de Santander, Elisa encontró trabajo en la Universidad, donde tiene un contrato indefinido desde hace tres años.
El programa de Garantía Social de alojamiento, lencería y lavandería le llevó a trabajar a los hoteles Chiqui y Santemar de la capital cántabra, pero ha sido en la Facultad de Medicina de la Universidad de Cantabria donde Elisa Rojas ha encontrado su sitio. Esta joven de 27 años, natural de Santander, camina por los pasillos del departamento de Fisiología y Farmacología con una bata blanca, mimetizada con el entorno. Su antigüedad en el departamento la ha convertido en una pieza imprescindible en el engranaje universitario, ya que tan rápido coge el teléfono, como hace fotocopias, introduce datos en el ordenador o prepara el café, el momento de descanso donde aprovecha para conversar con sus compañeros.
Álvaro Díaz, profesor-investigador del departamento de Farmacología, fue el iniciador de Elisa en la Facultad y continúa siendo su responsable directo. La define como buena trabajadora, responsable y con carácter, y sobre todo destaca sus habilidades verbales y de escritura. “Le fallan las habilidades matemáticas, como a mí, pero me gana en orden y método”, señala entre risas. También confiesa que Elisa “es más detallista y menos despistada que yo; siempre está pendiente de los cumpleaños de alguien o de ir a tomar el café…”.
La buena sintonía entre los dos es patente, al igual que la complicidad que ha logrado con Lourdes Lanza (“su segunda madre”, según Álvaro) o Pepi Castillo, sus baluartes en la Facultad. Con ellos va de comida o incluso de marcha alguna noche. Lejos quedan ya las primeras semanas de trabajo, cuando Elisa tuvo que adaptarse a un nuevo entorno laboral, algo que, en sus palabras, “fue bastante fácil”, y sus compañeros a ella. Álvaro recuerda que en esos momentos “hubo ciertos prejuicios, temor a no lastimarla con ciertos comentarios, pero a medida que la conoces, te sorprende incluso el doble sentido de cosas que dice”. También facilitó el proceso de adaptación las potencialidades de Elisa, que les ha ayudado a relativizar las pequeñas cosas cotidianas que ella resuelve de manera mucho más sencilla.
En sus primeras semanas de trabajo, Elisa contó con la ayuda de profesionales de la Fundación, que la enseñaron aquellas habilidades que demandaba el puesto. Poco a poco, las fue desarrollando sola y actualmente divide su horario (de 9.30 a 1.30 horas) entre las tareas administrativas y el laboratorio, donde ejerce de ayudante.
Una de las tareas más complicadas que resuelve con efectividad es el fichero bibilográfico electrónico, que exige que compare títulos de trabajos en inglés y los introduzca en el ordenador.
Desde julio de 2004, tiene un contrato indefinido, estabilidad que ha logrado a pulso. “Elisa se ha ganado con su esfuerzo el puesto que tiene”, dice Álvaro, que matiza: “en la Universidad no hacemos caridad ni es una ONG. Si vales, con tus habilidades y con lo que te han enseñado, pues bien y si no, se busca otra empresa”.
Fuera del ámbito laboral, Elisa comparte los mismos gustos que los jóvenes de su edad: la música preferentemente de David Bustamante-, ir al cine y sobre todo, conectarse al ordenador, donde puede pasarse horas.