Espacio para la creatividad

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El taller de cerámica que se desarrolla en la Fundación

Dos días a la semana jóvenes con edades comprendidas entre los 9 y los 16 años se introducen en el universo de la cerámica de la mano de su profesora, Cristina Alejano. Junto a ella realizanmultitud de figuras que tienen un destino indiscutible: sus hogares. El trabajo semanal se ve recompensado cuando pueden llevarse los objetos a casa y dirigirlos a usos cotidianos, decorativos o a otros más sentimentales, como regalos para sus familiares.

El taller de cerámica que se desarrolla en la Fundación

El taller de cerámica que se desarrolla en la Fundación

Es lunes. Un grupo de nueve niños está sentado alrededor de una gran mesa donde las piezas que los alumnos elaboraron la semana anterior ya esperan a ser pintadas. Algunos ya han cogido la medida a la clase y colorean su figura sin ayuda de la profesora. Otros esperan indicaciones para finalizar su pequeña obra de arte. Como es habitual, tendrán tiempo para desarrollar dos figuras basadas en la propuesta de Cristina y, durante los veinte minutos finales, les dará vía libre para utilizar la imaginación. Podrán hacer lo que más les apetezca, por eso siempre es el momento más esperado.

Portavelas, percheros, maceteros, tarros para lapiceros, collares, imanes, servilleteros, un gato de larga cola para guardar anillos, un búho bloc de notas, posavasos o ceniceros son algunas de las ideas que se han dibujado sobre el barro. El resultado “llena de satisfacción a los chicos”, relata Alejano, y por eso están muy impacientes por llevarse las piezas a casa, enseñárselas a su entorno más cercano y, sobre todo, utilizarlas. Pero antes de que esto ocurra existe un proceso laborioso. Después de que los alumnos confeccionen las piezas del día, “basadas en churros y bolas”, Cristina las traslada a su taller. Las mete al horno y realiza una primera cocción. Una vez que las figuras se han cocido a 1050 grados centígrados las lleva a clase para que los chicos las pinten. Los colores son engobes, es decir, pinturas no tóxicas que tienen una paleta limitada: amarillo, azul cobalto, negro, marrón, verde claro, carmín, beige, azul turquesa y blanco. El rojo, muy a pesar de los alumnos, sigue faltando en la lista, pero saben sacar provecho a los colores que tienen. Una vez empleados, el material se deja secar y la profesora reparte una capa de barniz a la obra. Para finalizarla realiza una segunda cocción en el horno, que tardará un día en poder abrirse.

El taller continuará el jueves de 6 a 8 de la tarde con la clase de los más mayores. El objetivo será el mismo: potenciar la creatividad de los alumnos y su habilidad manual. Para deleite de todos ellos el curso finalizará este mes de marzo con una visita al horno donde Cristina cuece las figuras y una muestra de trabajos que se exhibirá en la Fundación. “Lo mejor de enseñarles es ver la alegría que siempre transmiten”, concluye Alejano.

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