Por Rocío Aja
Diego nació el 20 de Septiembre de hace 6 años. Era el primer nieto, sobrino e hijo, esperado y deseado. Cuando esperas un hijo nunca te planteas que va a tener una discapacidad, esas cosas pasan, pero a otros.
En el momento que nos lo dijeron, lo primero que pensamos es que se habían equivocado. Después, se nos vino el mundo encima, sólo te surgen dudas: ¿qué será de él, cuando faltemos nosotros?, ¿como será la relación con los demás?, ¿a qué colegio ira? ¿se valdrá por sí mismo, en las cosas básicas? Cuando pasan los días y se calman un poco las cosas, dices: bueno, es lo que nos ha tocado y habrá que seguir para delante, no queda otra.
Con Diego hemos aprendido que todo va más despacio, que todo llega, pero poco a poco. Parecía que nunca iba a andar, pues anduvo, con tres años, pero anduvo. Parecía que nunca iba a empezar a hablar, pues habla, con esa media lengua que para muchos es incomprensible, pero que para las personas de su entorno más cercano nos parece, en muchas ocasiones, hasta extraño que no le entiendan. Además si no le entiendes, ya se encarga él de hacerse entender reforzando con gestos, onomatopeyas o haciendo referencia a algo relacionado.
Diego es un niño alegre, cariñoso, tranquilo y un poco cabezota. Como tocaba y todas las etapas se alargan en el tiempo, todavía estamos en la fase “reto constante”, que gracias a Dios, parece se está pasando. ¿Que no quiere hacer algo?, pues mira al techo y a ver qué pasa, eso sí, poniendo caritas para que el que esté enfrente le resulte, casi imposible, no troncharse de risa, ¡que de esto el niño sabe mucho!
Todavía me acuerdo un día que íbamos para casa después de hacer la compra, yo cargada con las bolsas y el niño decidió que no quería andar más. Entonces, se sentó en el suelo y pretendía que le cogiese en brazos, le dije que no podía y que tenía que andar, pues allí estuvimos un cuarto de hora. Claro, esto no pasa en la intimidad del hogar, ¡nooo!, pasa en la calle. Y como no podía ser de otro modo, pasó el peluquero, la dueña de una tienda, el camarero del bar de debajo de casa y todos, claro está, se ofrecieron a coger al angelito y llevarle hasta el portal, hasta que cantando su canción favorita conseguí que empezara a andar. Si quieres que haga algo se lo tienes que anunciar con tiempo, porque si no, ya tenemos la guerra montada. Diego, es un niño sociable, principalmente, con lo adultos. Él sabe, perfectamente, cómo actuar con cada uno para conseguir lo que quiere y que los demás estén contentos. Le encanta la música, el teatro, los cuentos y como no podía ser menos en los tiempos en los que estamos, el ordenador, la tablet y el móvil, el cual maneja mejor que muchos adultos, vamos como a cualquier niño “normal” de su edad.
A Diego le queremos por cómo es, con síndrome de Down, por que si no tuviera síndrome de Down no sería Diego. ¿Que pasaremos épocas malas?, pues cuando lleguen ya veremos cómo afrontarlas, pero no vamos a desesperarnos por algo que no podemos solucionar ahora. Ahora lo que toca es ir avanzando, poco a poco, con paso firme y disfrutar de un niño maravilloso.