Toda vida —a cualquier nivel, desde la de una célula hasta la del ser humano— exige su interacción con los elementos de su entorno; es decir, exige comunicación. Ciertamente compleja conforme la vida cobra creciente conciencia de sí misma, se hace consciente de sus posibilidades y es capaz de aventurar su futuro. El lenguaje humano, y más específicamente el habla, es el fruto más reciente de esa línea continua con que el devenir evolutivo ha ido cincelando la capacidad de la comunicación. El habla en las personas con síndrome de Down sigue siendo un reto porque presenta especiales dificultades, distintas y variadas según las personas, porque dependen de factores múltiples que son afectados de manera muy diversa por el modo en que se expresa la trisomía 21 en cada individuo. Por eso son centenares de investigadores en todo el mundo que intentan analizar las causas y peculiaridades de los diversos problemas observados. Presentamos en este número una aportación importante de la neuropsicóloga Roser Fernández que muestra, de una manera original, el grado en que el desarrollo de la memoria operativa verbal —memoria a corto plazo— ha influido en el desarrollo del habla de adultos con síndrome de Down. Importan sobre todo las consecuencias que de ello se derivan, para mejor dirigir las tareas de intervención en las edades más tempranas. Sigue leyendo