Iniciamos un año especial. La Fundación Síndrome de Down de Cantabria cumplirá su 35º cumpleaños allá por diciembre. Una bonita fecha. Ya constatamos la madurez a la que han llegado aquellos primeros niños que se fueron agrupando alrededor de una experiencia totalmente desconocida y llena de interrogantes. Experiencia que no sólo se fue granando y madurando paulatinamente en su origen, sino que fructificó en nuevas realidades que fueron naciendo a lo largo y ancho de España y Latinoamérica.
A lo largo de los años, y conforme aquellos niños crecían, también testificamos un cambio, paulatino pero poderoso, por el que la preocupación primordial por la salud física –¡aquellos primeros programas de salud!– daba paso a algo más profundo y más difícil de explorar: su vida interior, su formación humana, su conducta, sus capacidades, sus fortalezas y debilidades. Y hemos ganado en conocimiento sobre su realidad genético-cerebral y su realidad entorno-ambiental, generadoras incuestionables de su existencia. Sirvan como ejemplo dos importantes artículos de este número.
La presencia de trastornos del espectro autista en personas con síndrome de Down es una realidad que se aprecia con una frecuencia algo mayor que en el resto de la población. Ciertamente, no se ha de confundir con la aparición de algunos rasgos autistas que a veces surgen a lo largo de su desarrollo; pero en ocasiones el diagnóstico dual de síndrome de Down y autismo se impone. Para los padres es un nuevo motivo de preocupación y desánimo, cuando ya habían encajado y organizado el desarrollo vital de su hijo. ¿Cómo asimilar los sentimientos y extraer de ellos el impulso para encarar el nuevo reto? Sara Hartway, con amplia experiencia como madre e instructora clínica, analiza con delicadeza esta dolorosa etapa de transición y ofrece sugerencias de apoyo y superación que ayuden a los padres y demás familiares a canalizar y encauzar sus decisiones y sus conductas, dentro de sí mismos y en relación con los demás.